Mi padre acaba de morir; tenía 78 años y padecía un cáncer que lo estaba asesinando de
forma silenciosa desde su interior. El pobre hombre murió a finales del mes de
octubre y dejó tras de sí a un muchacho de 32 años (los gobernantes no permiten
que crezcamos y nos convirtamos en adultos) que ha trabajado durante toda su
vida en multitud de trabajos basura para ayudar a su padre, viudo desde los 60
años, a pagar el alquiler y los gastos de la casa.
Como casi siempre en la casa del pobre todo vienen mal, y
esta vez no iba a ser una excepción, mi pobre padre murió a final de mes y no
me pudo dejar ni un euro para poder mantener mi situación de precariedad y
tristeza laboral: Eran ya más de 10 meses los que vivíamos con su exigua
pensión, al ser de familia humilde no pudimos adquirir una vivienda en
propiedad o heredar un piso en el centro.