Anoche fue una de esas ocasiones en las que tu cerebro abandona el cuerpo y permite que el alcohol campe a sus anchas por la sangre. Después de la segunda botella de vino perdí la noción del tiempo y del espacio; solo veía gente a mí alrededor, ni siquiera era consciente de en el lugar en el me encontraba.
Esa maldita zorra de Inmaculada (curioso nombre para una mujer que no conoce el gel íntimo) me llevó a casa de unos amigos suyos para una fiesta y me abandonó en mitad de la noche, o eso parece, ya que me he despertado en un suelo que me es desconocido.
No es de extrañar que me quedara durmiendo en el primer lugar que pillara, tampoco sería la primera vez que me dejo engatusar por unas buenas tetas para después perder todo mi dinero en extrañas circunstancias.