Anoche fue una de esas ocasiones en las que tu cerebro abandona el cuerpo y permite que el alcohol campe a sus anchas por la sangre. Después de la segunda botella de vino perdí la noción del tiempo y del espacio; solo veía gente a mí alrededor, ni siquiera era consciente de en el lugar en el me encontraba.
Esa maldita zorra de Inmaculada (curioso nombre para una mujer que no conoce el gel íntimo) me llevó a casa de unos amigos suyos para una fiesta y me abandonó en mitad de la noche, o eso parece, ya que me he despertado en un suelo que me es desconocido.
No es de extrañar que me quedara durmiendo en el primer lugar que pillara, tampoco sería la primera vez que me dejo engatusar por unas buenas tetas para después perder todo mi dinero en extrañas circunstancias.
Al levantarme del suelo noté un dolor extraño en el estomago, es como si hubieran enchufado una lavadora con más de 12 años; no es bueno mezclar comida turca con vino y cerveza barata. Madre mía, vaya una digestión que me esperaba.
No hay nada mejor para un hombre estreñido y con almorranas que una buena sesión de vino barato, te conviertes en el macho alfa de una manada de mandriles: Todo rojo e irritado. Una mañana de resaca equivale a una buena sentada en el trono por excelencia, notar como tu cuerpo se desprende de la mierda (con buen olor y sabor) que le metes por la boca no se puede cambiar por nada del mundo.
Todo iba perfecto, mi cartera estaba en el bolsillo interior de mi chaqueta y, solamente, había desaparecido un billete de 20. Además estaba en una casa, aparentemente, limpia y sin cucarachas; todo hacía indicar que sólo vivían mujeres, es decir, un baño aseado con buen olor y con un papel higiénico suave y en abundancia; se acabaron las hojas de sucesos y política del ABC.
Busqué por toda la casa algo que llevarme al baño para ojear mientras disfrutaba del momento, prefiero que se rían públicamente de mí al llevarme una revista al baño, a sentarme y leer el prospecto del champú como un gilipollas, aunque esto último sirva para aprender idiomas.
Buscando entre los envases vacíos y los ceniceros llenos encontré una revista con una mujer mayor y ridícula en la portada, al parecer sus siglas daban nombre a la publicación. Al ojearla me di cuenta de que al final había varios test para resolver y descubrir tu verdadera personalidad, tu lado más femenino para así poder encontrar a la pareja perfecta, valiente gilipollez.
Cuando me disponía a entrar al baño para realizar el valioso test apareció una mujer entre la penumbra de la estancia: Pelo alborotado y pijama rosa muy ancho escondían todo lo que antes enseñaba con picardía en la ceremonia en homenaje a Baco, ahora mostraba la verdadera imagen de un cuerpo machacado por el alcohol y las drogas.
- Tú, cabronazo, deja mi revista y vete de mi casa, le prometí a Inma que te dejaría dormir en mi moqueta y que te echaría cuando te despertaras, me dijo mientras se rascaba una de sus nalgas gigantescas.
- ¿Dónde está mi novia? Le dije
- Buscándose a otro tío que se la meta, porque tú eres un puto borracho, ahora márchate de mi casa.
Por lo menos tuvo la amabilidad de regalarme la revista que llevaba en la mano, así podré terminar ese test tan raro. Al ver las preguntas que formula he recordado mi breve estancia en la universidad, a pesar de ser una carrera de las denominadas de letras, todos los profesores avocaban por un examen tipo test.
Fue una de las razones por las que decidí abandonar mis estudios, además de que la mayoría de los profesores que se subían a la tarima eran unos ineptos e incompetentes. Todos ellos tenían las manos demasiado blandas y lisas para saber lo que era trabajar, todos ellos me veían como un inmigrante ilegal, no debería de estar allí y así me lo hacían saber.
No obstante me lo pasé francamente bien durante esos meses, ves como el sistema está creado para que los ineptos asciendan hasta las cotas más altas, solo por el simple hecho de tener una cartera repleta de buena intención. Todo ello bien condimentado con un nombre conocido y una familia considerable.
Vaya una resaca mala que tenía encima, ¡estaba recordando mis tiempos universitarios mientras paseaba por la calle! La vieja lavadora que tenía por estomago no paraba de rugir y centrifugar; tenía unas ganas de cagar impresionantes.
Estaba demasiado alejado de la zona de bares y grandes almacenes para poder meterme en un baño público, no me quedaba nada de dinero para pedir un taxi e ir a casa. Además, no creo que Inma me dejara entrar conforme la lié anoche.
Como decía mi abuela, Dios aprieta pero no ahoga. En esta ocasión el graciosillo de arriba me había proporcionado una revista y una larga hilera de coches; como hicieron mis antepasados en los caminos de tierra interminables me disponía a defecar en plena calle.
Había que buscar una situación de privilegio para este acto, aunque no tenía mucho tiempo, ya que, el programa de centrifugado había terminado y la lavadora estaba pidiendo que abrieran la puerta; malditos los turcos y maldita su comida. Un mercedes y un BMW fueron los elegidos para ver a un hombre cagar en plena calle, ya que lo vas a hacer ¿por qué no hacerlo con estilo?
Me bajé los pantalones y los calzones, cuando me disponía a liberar la ropa sucia de dentro de mi cuerpo un hombre uniformado se situó frente a mí y miró hacia abajo para decirme:
- ¿Qué coño estás haciendo?
- Pues intento cagar con estilo, aunque la vista de un pitufo gigante y gordo no me deja hacerlo a gusto. ¿Por qué lo dices?
- Pasaré por alto los insultos a un agente de la ley, pero no puedo hacer lo mismo con lo que está haciendo usted en la vía pública. Le voy a tener que multar por ensuciarla, me dijo el policía mientras escribía en una libreta.
- Si no hay un baño en kilómetros a la redonda, ¿Qué coño quieres que haga? Le dije con la revista en la mano.
- Ese no es mi problema señor, ahora si es usted tan amable rellene esto. Me dijo ofreciéndome un papel y un bolígrafo.
- ¿Qué se supone que es?
- Un pequeño test que debemos entregar a todos aquellos que son objeto de una multa.
Una vez más la humanidad demuestra su estupidez a través de un test, ¡ni cagar puede uno a gusto leche!
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