Anoche entró un señor gordo por mi chimenea vestido de traje y corbata. Me quedé sorprendido ante esta situación y le pregunté:
- ¿Eres Santa Claus?
Mientras abría mi cartera, que estaba encima de la mesa, me miró y me dijo:
- Que voy a ser Santa Claus, serás capullo
- ¿Entonces quien eres?, le pregunté
- Soy el hombre que el FMI manda a todas las casas para desearos feliz navidad, además de para coger todo el dinero que pueda.
- ¿Y eso porqué? Le dije asombrado
- Porque hay que ayudar a los bancos a que se hagan más ricos y cuando ingreséis algo de vuestra mísera paga os puedan regalar un jarrón o una vajilla.
El hombre empieza a escalar por la chimenea con el dinero que ha encontrado encima de la mesa. Antes de irse me dice:
- Oye prepara algo que vienen los reyes magos de camino
Me quedé estupefacto ante tal situación, ¿los reyes magos?, pero si es navidad y ellos vienen en año nuevo. No me podía creer lo que me estaba pasando. No obstante, cuando pensaba que ya había pasado todo y nada nuevo me podía sorprender, vi como la puerta de mi casa se abría.
Entre una niebla espesa entran tres figuras vestidas de chaqueta y corbata. El primero es alto, con el pelo corto y un tono de hablar que desvela su procedencia; Catalunya. Se acercó a mí y me preguntó:
- ¿Estarías dispuesto a aportar dinero a mi empresa?
- ¿Perdona? Le dije
Me rodeó los hombros con sus larguísimos brazos, como si fueran de jugador de balonmano, y me dijo:
- Mira ‘noi’ no estoy pidiéndote dinero para mí, es para todos aquellos que lo necesitan. Haciendo esta obra de caridad estarás aportando tu granito de arena para que la sociedad sea más justa y equitativa. Yo solo soy el mensajero de vuestra obra.
La verdad es que parecía un buen tío, además todo lo que hacía era por el bien de las personas más necesitadas, ¿Cómo no me iba a fiar de él?
- Está bien, espere un momento que arriba tengo mi cartilla de ahorros y un blog de cheques que me regaló el banco para que esta navidad pudiera comprar con facilidades. Como es una buena obra le daré un tercio de mis ahorros. ¿Le parece bien?
- Estupendamente. Y recuerde todo esto lo hace por una buena causa, le mandaremos una postal felicitándole la navidad y recordándole lo buena persona que es.
Cogió el cheque y salió por la puerta con una gran sonrisa en la boca, que hombre tan raro, pero qué bueno que era.
Nada más salir por la puerta el hombre alto entró otro, este no era tan grande pero si era muy gracioso. Tenía barba y hablaba con un deje muy simpático, parecía como si te estuviera tomando el pelo todo el rato.
- Buenos días, me dijo
- Señor son las 12 de la noche, le digo asombrado.
- Como he cambiado de casa no sé ni la hora que es, perdóneme usted señor
- Y para que has venido a mi casa, si se puede saber.
- Mire usted, yo vengo a proponerle una situación inmejorable para todas las partes en conflicto, primero necesito una buena donación y después conseguiré que este se torne en beneficios sociales para su persona.
- ¿Y cuáles van a ser esos beneficios sociales y como lo va a conseguir?
- Serán totalmente beneficiosos para usted, no debe preocuparse de nada, todo está hecho para que cuando menos se lo espere esté viviendo como un marqués. Además, ayudará a toda la sociedad a vivir mejor.
Estuvo 25 minutos dando explicaciones vagas y sin sentido. Solamente quería que le diera mi dinero, para así hacer algo positivo para la sociedad. Por lo menos está cargado de buenas intenciones, además me amenazó con mandar a sus elfos vestidos de azul si no hacía caso; Ya solamente me quedan un tercio de los ahorros.
- Pero ¿qué puedo hacer?
- Confíe en mi señor, yo soy el rey mago que sustituye al del año pasado, a ese que venía ofreciendo rosas roja de forma gratuita, para después cóbratelas durante todo el año con intereses altísimos. Me dijo, mientras recogía el cheque con un tercio de mi riqueza.
Solo quedaba una parte ínfima del dinero que tenía para vivir unas navidades en familia y desahogadas. Pero tenía que ser un buen ciudadano y aportar a la sociedad lo que ella me daba de forma gratuita; no solo tengo beneficios, también tengo deberes, aunque últimamente parece que estos últimos se han multiplicado peligrosamente.
Desde mi infancia me habían enseñado que los reyes magos eran tres, pero uno de ellos no aparecía; Seguramente se habrá extraviado por el camino, aunque me extraña. Al final una figura envejecida entró por la puerta, cojeando y con unas gafas oscuras, que tapaban la mitad de su cara; Sin embargo, no impedían que fuera vestido elegantemente. Le mirabas y podías ver como este rey tenía cierta aura de grandeza, como si la sangre le brillara para diferenciarse de los demás.
Le ofrecí un sillón, parecía que no podría aguantar mucho tiempo de pie. Pero me negó el asiento con la cabeza y se sentó en una silla normal y corriente, me miró y dijo:
- Me llena de orgullo y satisfacción venir a su casa para ofrecerle un trato que no puede negar.
- ¿Qué desea? Le dije.
- Venía a contarle la buena labor que desde nuestra institución estamos haciendo. Silenciamos, en una época pasada, aquellas voces que no permitían la evolución de este, nuestro querido país además, vamos de aquí para allá estableciendo buenas relaciones con todos los dirigentes del mundo.
- Me parece muy bien pero ¿Qué quiere? Le pregunté mientras guardaba el talón de los cheques.
Mirando fijamente el movimiento que hacía con mi brazo al guardar la cartera me dijo:
- Estamos pasando por tiempos difíciles, a pesar de la riqueza que dicen que acumulamos, tenemos que mantener muchísimos edificios y monumentos históricos del que os beneficiáis todos. Vengo a pedir los emolumentos por tal labor.
- ¿Cómo? Le dije sorprendido
- Pues que me tienes que dar un tercio de su riqueza para el mantenimiento de la corona, intentaba pedírselo de forma educada y apacible, no haga que me tenga que poner serio. ¿Estamos?
Aquél señor aviejado, que hablaba apaciblemente, se convirtió en un ser autoritario y fanfarrón; Se quitó la máscara para enseñar su verdadera cara. Exigió su dinero, que le di sin dilación, y se marchó tranquilamente con una sonrisa en los labios.
La navidad desapareció bajo la estela que marcaron los reyes magos y su colega, Santa Claus. Ahora solo me quedaba el regalo de los pobres, la salud y la felicidad; al fin y al cabo todo el dinero ganado con el sudor de mi frente había ido a parar a aquellos que cuidan de mí y de los más necesitados. No puedo pensar mal de ellos, nunca me engañarían. ¿O sí?
Grande José. Por desgracia, los Reyes precisamente no vienen ataviados en aquellas suntuosas prendas y menos aún dejan regalos en el sillón. Ahora van encorbatados prometiendo un progreso para la sociedad que solo agranda sus cuentas bancarias ya ingentes.
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