El sol no tenía piedad de un cuerpo que se enganchaba al sueño como único estado de perfección y estabilidad en sus pensamientos. Poco a poco, la luz se acercaba a su cara augurando un nuevo día.
Otra vez el sol en la cara, tendré que decirle a mi Pepe, cuando venga este verano, que la arregle. Me sorprendo a mí misma, en las primeras horas de la mañana recordando cosas y caras con normalidad, se ve que mi cabeza necesita muchas horas de descanso. Giro la cabeza y encuentro a mi nuera en la cama de al lado, cansada y con un leve ronquido que indica su antigua adicción a la nicotina.