La claridad de la mañana anuncia un nuevo día, los pequeños agujeritos de una persiana que no puede subir se convierten en mi despertador particular. Más que despertador, es el aviso de que puedo levantarme de una vez. Morfeo abandonó mi vida hace unos años, sólo me queda el tic-tac del despertador de la mesilla para acompañar las largas noches de invierno.