Una llamada impertinente a deshoras, un camión de limpieza que pasa demasiado cerca, o un colchón con una infinidad de historias se erigen como la excusa perfecta para levantarse de la cama. No hay manera oye, todos los putos días ocurre algo para que tenga que desplazar mi cuerpo hasta la cocina y darle conversación a mi ‘Ángel de la Guarda’.