Un cuarto pequeño acoge a una silla ennegrecida por el hollín, con restos de una sustancia otrora pegajosa y que ahora es solamente una mancha negra dentro del todo oscuro de este objeto. En el centro mismo de la habitación, esta silla ofrece la desilusión y la soledad dentro de un metro cuadrado, nada a su alrededor, solamente una bombilla sobre ella y un par de enchufes la rodean.
A veces una mesa se deja caer por allí para completar el austero mobiliario de este cuartito, ayuda en tareas tan necesarias como mantener extraños aparatos sobre su arquitectura. Todo ello se ve colmatado por una bombilla que parece no querer dar luz, esconde ese brillo todo lo que puede y débilmente realiza su trabajo. Si miramos fijamente a este pequeño haz de luz, podemos ver como intenta arrancar con pequeños destellos durante un rato hasta que consigue esa débil estabilidad.