Toda nuestra infancia la pasamos temiendo a algo. Cuando no es un monstruo que habita en el armario, es un hombre que vive en la esquina, un compañero de clase que abusa de nosotros o un familiar que nos tiene manía. Siempre hay algo que nos produce temor, nos arrebata la felicidad y borra nuestra sonrisa de la cara, convirtiéndola en un gesto de preocupación.
Desde pequeño he sido un solitario, los monstruos me la traían al pairo. Es más, quería verlos para así estrangularlos y llevar la cabeza a clase para ser el chico más popular de ese curso, pero por más que lo intentaba no los veía, y ello a pesar de que dejaba el armario abierto, no me bebía la leche ni comía las verduras, tampoco hacía caso a mis padres; Incluso llegué a dejar de hacer los deberes y tiré globos de agua a los vecinos.
No conseguí atraer a la gente hacia mí, provoqué el efecto contrario y todos empezaron a dejarme de lado y a pensar que no tenía remedio, que todo eso lo hacía porque era un raro. Los chicos de clase ni siquiera me pusieron un mote, no merecía la pena ponérselo al raro, las chicas me veían y cuchicheaban entre sí. Estamos hablando de que tendría unos 15 añitos, todos eran crueles en exceso conmigo.
Empecé a sentirme un desgraciado. Mi padre solamente me veía como a un niño tonto que no podía dar más de sí. Pasé de ser un chico con un futuro esperanzador, a un vago que no se esforzaba, para acabar escuchando: “pobrecito, si no da más de sí. Me salió un hijo tonto que le vamos a hacer”. Ni siquiera se molestaron en preguntarme que me pasaba, como me sentía o ¿por qué estaba así?
Simplemente no era competitivo, y cuando estas fuera del mercado, no sirves, eres un estorbo para los demás. Es la representación de la vida misma: cuando los espermatozoides luchan por fecundar a un óvulo, solamente uno de ellos lo conseguirá, a los demás solamente les espera el fracaso. Yo ni siquiera inicié la carrera.
Tras muchos años de soledad y desilusión por casualidad conocí a un ser interesante. Una noche, como tantas otras, en la que no conseguía dormir de debajo de la cama salió un ente extraño; Vi como una bola de pelo salía de debajo de mi cama en dirección a la puerta, escuche como hablaba en voz baja y decía:
- Putos humanos, como se cierre la puerta al país de los monstruos por no dejar calcetines por el suelo, me llevo a sus hijos.
Automáticamente cerré los ojos y me hice el dormido, no quería que aquel ser me viera despierto y me comiera. Pero ni siquiera se enteró de que me había dormido, se fue directamente al cajón de la ropa sucia a buscar calcetines. Ahora empezaba a comprender los enfados de mi madre con la lavadora. No era la máquina quién hacía desaparecer los calcetines, sino este pequeño ser.
Era mi oportunidad para salir del anonimato, podía conseguir ser el chico más popular de la historia de la humanidad: ¡tenía ante mí a un verdadero monstruo! Además estaba despistado y solamente debía atraparlo con algo.
Busqué con la mirada cualquier cosa para atraparle, pero nada era lo suficientemente grande. Encontré la papelera; Gracias a la insistencia de mi madre suelo tenerla limpia y vacía, más que una papelera parece un sitio para comer. Así que me acerqué lentamente hasta ella y la cogí, el monstruo estaba buscando calcetines.
Sin más dilación me lancé fugaz como una centella y atrapé al monstruo bajo la papelera.
- Mierda, que coño está pasando aquí, gritó el ser peludo.
- Te tengo maldito bicho. Le dije mientras golpeaba la papelera.
- ¿Por qué me has hecho esto?
- Porque eres un monstruo y te llevas mis calcetines.
- Tú también eres un monstruo, te llevas las pieles de los animales, te comes a sus hijos y hermanos, quemas sus hábitats. ¿Nunca has pensado eso?
- Yo no hago todas esas cosas. Le dije mientras golpeaba con fuerza la papelera.
- Directamente no las haces, pero si participas en ellas. ¡Para ya de dar golpes a la papelera!, que me vas a volver loco.
- Tú me quieres liar, eres una maldita bola peluda estafadora.
- Oye sin insultar. Que sea una bola de pelo no quiere decir que sea estúpida, ni por supuesto una estafadora. Mira bien con quién vives antes de acusar a los demás.
- ¿Qué quieres decir? Le dije.
- Sácame de aquí y te lo explico.
- Si quito la papelera seguro que te escapas y se acabó mi popularidad.
- No seas tonto. Me dijo.
- No me digas tonto, todo el mundo cree que lo soy. Le dije entristecido.
- Lo sé, es la primera vez que me ves, pero yo estoy en todos los sitios.
- ¿Me prometes no escaparte? Le dije mientras levanto un poco la papelera.
- Palabra de monstruo de los calcetines.
Levanté lentamente la papelera, y apareció una bola de pelo con unos grandes ojos. Tenía cuatro extremidades, dos de ellas parecían dos brazos colmatados en guates negros y dos piernas con unas zapatillas rojas.
Se limpió el cuerpo y me extendió una mano diciendo:
- Me llamo Rasputín, pero todos mis amigos me conocen por colgado.
- Encantado de conocerte Rasputín, le dije mientras le agarré su manita con la mía.
- ¿Por qué te llaman colgado?, le dije nada mas separar nuestras manos.
- Porque me gusta dormir colgado de una percha, así mis pelos caen hacia abajo y se les va toda la pelusa, me dijo mientras andaba por la habitación desperezándose
- Bueno, ¿me vas a decir lo que me prometiste antes?
- Está bien. No me andaré con rodeos, te lo voy a decir directamente así te ahorrarás sufrimiento.
- Bueno dímelo como quieras pero hazlo ya, le dije mientras me sentaba en la cama
- Tus padres son unos hijos de puta, dijo saltando hasta al silla para acomodarse
- Pues muy bien, me quieres decir algo que no sepa.
- No es lo que tú piensas, en realidad no son tus padres.
- Bueno, no sería una sorpresa para mí, visto como me tratan.
Me levanté y fui al armario a por una camiseta. No hacía buena noche y no me gustaría enfriarme.
- Vamos a ver chico, ¿no te importan tus padres?, me dijo mientras saltaba a la cama y me miró directamente.
- No me importan una mierda, es más, me gustaría joderles la vida. Estoy cansado de que me traten como a un gilipollas, le dije tras ponerme la camiseta.
- Muy bien yo puedo ayudarte en esa tarea.
- ¿Cómo?
- Se cosas de tus padres que ni siquiera tú sospecharías.
- Venga deja de hacerte el interesante y dímelo.
- Está bien, ¿nunca te has preguntado como tienen tanto dinero?
- Si mal no recuerdo mi padre viene de una gran familia de médicos y mi madre es la típica mujer florero.
Se alejó de la cama y se puso a dar vueltas alrededor de la habitación mientras decía:
- Tu abuelo enseñó a tu padre una profesión muy bien remunerada.
- Pues claro, la medicina está bien pagada, no hace falta que vengas a decírmelo.
- No es la medicina, es el comercio el que es rentable.
- ¿Cómo?, si mi padre nunca ha vendido nada…
- Eso es lo que tú crees. Anda siéntate no vaya a ser que te marees.
Le hice caso y me senté en la cama otra vez. Él se apoyó contra la pared contraria y me dijo:
- Tu padre se dedica a vender órganos y niños.
- ¿Pero qué dices?, ¡si es el tío más recto que he visto!
- Puedes creerme o no, pero solo te digo una cosa: Recuerda como tu tío consiguió el hígado en seguida, como tu abuela consiguió el riñón. ¿Nunca has visto por las noticias las largas listas de espera que hay para estas cosas?
- Si las he escuchado, pero también hay que tener un poco de suerte, ¿no?, le dije mientras me levantaba para bajar la persiana.
- No quieres aceptar la realidad, no sé por qué defiendes tanto a un desconocido.
- Es gilipollas, pero al fin y al cabo es mi padre.
Se subió encima de la mesa y mientras jugueteaba con un peluche, me miró y dijo:
- No es tu padre, eres uno de los niños que robó a sus madres para venderlos, pero su mujer no podía tener hijos y se encaprichó contigo.
Me quedé mirándole fijamente e intenté decir algo, pero las palabras abandonaron mi cuerpo. Empezaron a responderse interrogantes que tenía desde hacía años. Por qué mi familia no solía venir a mis cumpleaños, sobre todo mis abuelos. La herencia de mi abuelo está a nombre de mi padre y mi tío, pero yo no tenía ningún derecho. Soy el primero de la familia que va a un colegio público, y a pesar de mi fracaso en los estudios, mi padre lo acepta como algo normal, cuando es un deshonor para él.
- ¡Eso es mentira! Como voy a creer a una bola de pelo antes que a mis padres.
Se bajó de la cama, cogió un calcetín usado y me dijo:
- ¿Te importa que me lleve uno?
- ¡Llévate lo que quieras pero retráctate de tus palabras!
- Dime lo que quieras pequeño, pero tú y yo sabemos que es verdad. Ahora me voy, que el amanecer se acerca y tengo que llegar a casa. Cuídate mucho.
Se metió debajo de la cama y por más que me agaché para ver donde iba no pude alcanzarle. Una bola de pelos, que debía de sacarme de mi depresión por antisocial, había conseguido que me pusiera peor. Me había respondido de una tacada a todos los interrogantes de mi vida. Hasta ahora no me había dado cuenta de todas estas cosas, solamente creía que lo hacían porque era un idiota y nunca podría seguir sus pasos.
Cogí mi maleta y metí todo lo que tenía. Mis padres me buscan desde entonces; Nunca más supieron de mí. Yo los reconocí en las noticias 7 años después, cuando se levantó la trama de la venta de bebés y de órganos, desde entonces intento saber quiénes son mis verdaderos padres. Será muy difícil encontrarles, los grandes señores con dinero y poder se creen con derecho a todo y suelen hacer bien esta clase de trabajos.
Un monstruo me secuestró y otro monstruo me liberó, no tenemos que juzgar a los seres por su aspecto y reputación, sino por sus actos. La mayoría de veces los monstruos van vestidos elegantemente y te engañan haciéndote sentir bien. Yo de momento sigo trabajando en la fábrica, contento de ser quién soy. El hombre que se forjó así mismo.
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