domingo, 31 de julio de 2011

Relato Corto: “No te salgas de la fila”


Cuando mezclas la cerveza con el ron y lo aderezas con tapones de whiskey, tu cabeza se convierte en una coctelera gigante, donde todo el alcohol sube y baja hasta que tus articulaciones empiezan a fallar y caes en un lugar desconocido, con la única sensación de querer dormir más y más. El problema viene a la hora de despertar, no sabes dónde te encuentras, con quién estas y qué coño ha pasado.


Una de estas mañana desperté sin saber donde estaba. Solo tenía recuerdos de una mujer que maldecía mi existencia por tirarle encima algo que llevaba en la mano, nunca sabré lo que era.

No conseguía abrir los ojos y achaqué este problema al sol, que ilumina las mañanas para que los trabajadores vayan a sus respectivos trabajos y nos recuerda a los perdedores borrachos que tenemos que volver a casa, no podemos vivir a la luz del día.

Al extender la mano para restregar mis ojos, me di cuenta de que no los encontraba, tocaba algo alargado y que notaba como muy sensible, pero no eran mis ojos. Es más, no notaba mis dedos ni mis brazos, mis extremidades eran como finos palos rígidos, pero a la vez flexibles.

Al intentar hablar para preguntar a alguien, me di cuenta de que no podía, me era imposible comunicarme con los demás. No veía, no podía coger nada y no podía hablar. ¿Qué coño me pasaba?

A pesar de la falta de extremidades y de la mayoría de mis sentidos, todavía poseía algo de humanidad y tenía sensaciones extrañas a través de mis nuevas ‘características’. Al tocar con mis insólitas ‘antenas’ el suelo, pude detectar una extraña sensación, era como un lenguaje desconocido para mí, pero que me decía que debía de seguir por esa dirección. Al no poder ver ni tocar hice caso a mi nuevo sentido.

Al seguir esta nueva sensación tropecé con otros cuerpos extraños que parecían poseer mi misma estructura. Seguí mi camino hasta que la sensación se hizo más tenue, pero ahora mi nuevo instinto me decía que tenía que coger algo que había justo enfrente. ¿Cómo podría coger algo si no tenía manos?

No fue un problema, me di cuenta de que tenía seis de estas extremidades, tres por lado, además me podía ayudar  una  especie de pinza que había en mi cabeza. Cogí el trozo de materia extraña que mi sensación pedía y lo levante por encima de mí para así poder transportarlo.  Era ligerísimo y no me costaba nada llevarlo.

Pensando a lo largo del camino llegué a la conclusión de que me había convertido en una hormiga. No podía creerlo, como había llegado a esa circunstancia. Solo había salido la noche anterior, como tantas otras, y me había emborrachado, como casi siempre. Nunca había tenido estas consecuencias, como mucho despertar en el calabozo o en un banco. Pero ahora era una hormiga.

Dejé lo que llevaba encima y empecé a caminar todo lo deprisa que podían mis pequeñas patas, no me dirigía a ningún lado. No podía ver ni oír, así que no sabía dónde iba, solamente podía caminar y caminar hasta encontrarme con algo conocido.

Tras muchas tropezones y vueltas llegué a la conclusión de me encontraba en una de las jardineras que había al salir del bar, donde había meado tantas veces. No sabía qué hacer, no estaba asustado, estaba completamente abatido. Nadie me podía ayudar y no sabía cómo salir de ahí. Incluso ahora había perdido a mis compatriotas de jardinera.

Por una vez en mi vida tomé una decisión coherente. Soy una hormiga, por lo tanto voy a comportarme como tal. Así que busqué de nuevo esa extraña sensación que me transmitían mis antenas y proseguí la marcha con un nuevo trozo de aquella materia desconocida.

No era capaz de saber el tiempo que llevaba como hormiga, ni si era de noche o de día. Solamente seguía mi camino, después cogía un trozo y volvía por donde había venido. Hasta llegar a un sitio donde la sensación era agradable, me gustaba estar allí. Sentía seguridad al tener esa sensación a mí alrededor, pero no podía estar allí mucho tiempo. Debía volver a mi trabajo, las hormigas no descansa nunca.

Empecé a notar como mi pequeño cuerpo empezaba a fallarme, no reaccionaba como antes. Cada vez que transportaba algo pesaba más, cuando intentaba localizar la sensación que me guiaba, me costaba cada vez más. Sabía que mi final estaba cerca.

Allí estaba yo, en un macetero del último bar al que fui. Convertido en hormiga y esperando a que la muerte me llevara junto a mi perro y mi hámster. Toda una vida pasaba por delante de mis ojos, bueno en este caso mis antenas.

Empecé a recordar mi niñez, algún amigo de la infancia me echará de menos, o eso espero.  Ninguna de mis exnovias, amantes o relaciones esporádicas notará mi ausencia, quizá alguna a la que le deba dinero. Mi familia, bueno para mi familia será algo normal, su hijo descarriado desaparece sin dejar rastro. Estoy viendo la cara de mi padre ahora mismo diciendo:

- La última noticia que tenemos es que salía del bar con una borrachera tremenda. No malgastéis las fuerzas en buscarle. Este se ha caído al mar, a un pozo o a cualquier sitio sin ni siquiera darse cuenta.

En estos casos se diría que la oscuridad se cierne sobre mí y me acoge en su infinita armonía. 

Todo es oscuridad para una hormiga, así que mi muerte era más bien una pérdida de energía. Como cuando se te gastan las pilas de un aparato que comienza a fallar primero, para después ir apagándose poco a poco. Así me sentí, hasta que no pude mover ni sentir nada. 

Moría para el resto de mis ‘hermanas’, dentro de nada sería parte de la naturaleza.

- Tu maldito borracho, despierta de una vez.

Estiro los brazos para sentir de donde vienen esas palabras, y abro los ojos otrora inexistentes.

- ¿Estoy vivo?

- Como sigas durmiendo en mi jardín, no lo estarás por mucho tiempo.

Un hombre de mayor, en torno a los 50 años, me estaba tocando el hombro con un palo mientras me amenazaba. Me levanto y tras mirar como un loco todo mi cuerpo, con una sonrisa en la boca le digo:

- ¡Sí!, soy humano otra vez

- ¿Estás drogado?, pregunta el hombre mientras da un paso atrás.

- Pues claro que estoy drogado abuelo, la vida me tiene enganchado. Le digo mientras me voy corriendo.

El hombre se gira para volver a su casa mientras mueve de forma negativa su cabeza y dice:

- Y gente como esta me tiene que pagar las pensiones, madre mía. Menos mal que empecé con el plan de jubilación hace mucho tiempo.

Al llegar al final de la calle me paro, miro a mí alrededor y sigo andando normal. La verdad es que no hay tanta diferencia entre ser una hormiga y un ser humano. Nos ponen un camino a seguir en ambos casos y nosotros tenemos que seguirlo hasta que nuestras energías 
mengüen.


3 comentarios:

  1. "Toda la historia de la sociedad humana, hasta el día, es una historia de luchas de clases. Libres y esclavos, patricios y plebeyos, barones y siervos de la gleba, maestros y oficiales; en una palabra, opresores y oprimidos,frente a frente siempre, empeñados en una lucha ininterrumpida, velada unas veces, y otra franca y abierta, en una lucha que conduce en cada etapa a la trasformación revolucionaria de todo el régimen social o al exterminio de ambas clases beligerantes" Marx y Engels, `Manifiesto Comunista´

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  2. Fijate que no me acordaba yo de ese trozo :D

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  3. De los mejores que te he leído Lianiaski.;)

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