Tengo 50 años recién cumplidos, me encuentro en esa edad en la que ya no hay marcha atrás, todo cuanto tenía que aprender en esta vida lo hice en mi dilatada existencia. Desde joven he trabajado para sacar a mi familia adelante, con poco más de 15 años tuve que abandonar la escuela para empezar un oficio, a pesar de mis buenas notas y mi inteligencia, destacada por todos los maestros, tuve que adentrarme en el mundo laboral.
No había nacido señorito, estaba predestinado a ser engañado durante toda mi vida por aquellos que se creen más inteligentes, pero que no son más que estúpidos forrados con abrigos de dinero y que se sienten superiores a los demás por el simple hecho de haber nacido con los bolsillos llenos.
Mis comienzos no fueron demasiado buenos, no me terminaba por acostumbrar al horario laboral, aun así, fui uno de los alumnos destacados de mi maestro en la electricidad, llamémosle M. Al poco de estar aprendiendo el oficio con M, me ascendió a oficial, la verdad es que se me daba bien aquello, además no me costaba demasiado aprender nuevos métodos.
Con un winston en la boca, un destornillador en una mano y unos alicates en la otra; pasaba mi vida. Mientras tanto mi padre repartía el correo por todo el pueblo, resguardado en un paraguas enorme, para que el correo pudiera llegar a su destino correctamente. Por otro lado, mi madre siempre tenía la casa de algún médico o banquero que limpiar, además de encargarse de la cantina del cine de verano del pueblo.
Todos aportábamos a la casa que un día construyera mi padre al llegar a este pueblo, mientras todos ‘arrimábamos el hombro’, mi abuela, con un carácter indomable, estaba en casa realizando junto con mi hermana y mi madre las labores del hogar. Por lo que pueden ver, hemos sido siempre una familia de trabajadores que sacaban los pies de un plato para meterlos en otro.
Tras estar unos años con M en su empresa de electricidad, conseguí un trabajo con otro electricista del mismo pueblo, A, con este jefe estaría cerca de 25 años. Durante la primera etapa de este segundo trabajo llegarían las mejores noticias de mi vida para contrarrestar con la peor. Voy a empezar desde el principio.
Cuando era un poco más joven salíamos un grupo de chicos y chicas de los pueblos de alrededor, desde pequeño siempre he sido amigo de las compañías menos indicadas del pueblo, sin embargo hasta este momento estoy orgulloso de ellos. Todos están ahí cuando los necesito y, a pesar del tiempo transcurrido, todavía nos tratamos como si fuéramos jóvenes.
En estos momentos la vi. No era la más bonita del grupo, sino la más afable y habladora de todas. No tardé en preguntar a sus amigas por ella, todas me hablaban maravillas. A pesar de la desgracia que aconteció en su casa cuando era pequeña, eso no ha oscurecido su alma, al parecer, su padre murió cuando ella era una niña.
Los trabajadores de las minas siempre han corrido esos peligros, esta vez, concretamente, una plana (piedra gigantesca) calló sobre el cuerpo de su padre. El accidente fue de tal magnitud, que no dejaron a los familiares ver el cuerpo, no sólo las piedras eran los enemigos, había una parca silenciosa que esperó hasta mucho después para clavar sus garras en la mayoría de trabajadores, la silicosis.
La relación entre ambos iba viento en popa, ni siquiera el sorteo de la mili, y los meses de ausencia pudieron con nosotros. El servicio militar obligatorio fue una experiencia más de los chicos de mi generación, que nos unía en las guardias y ante los oficiales que te miraban por encima del hombro. Durante todo este período me carteaba con mi amor, insistiéndole en que esperara a que saliera de allí para establecernos por fin.
En uno de esos fines de semana que la mili nos dejaba libres, todos los compañeros fuimos a un concierto en las cercanías del arsenal. Todos los marineros vimos a uno de los hitos de nuestra generación, un grupo que se hacían llamar Mecano, que más tarde estarían en todas las pantallas de televisión como el grupo español del momento.
Tras liberarme del traje y la gorra de los restos de una época, que empezaba a quedarse atrás, fui en su busca. Empezamos con nuestros planes de boda, éramos dos jóvenes con todas las ilusiones del mundo, preparando lo que debería ser una fiesta. Sin embargo cuando todo parecía que iba a salir bien ocurrió una de esas desgracias que no te abandonan en toda tu vida.
Al ir a trabajar como un día cualquiera mi prometida llamó a mi casa diciéndome que se iba a la ciudad, ya que su tía estaba de parto, llegaba su tercer hijo. Fui al trabajo contento por su tía, sin embargo a media mañana vino a la obra uno de mis amigos sofocado, me llamaba a gritos desde muy lejos. Al verlo me dirigí hacia él corriendo, temía alguna desgracia de su cuadrilla de obreros. Sin embargo venía a darme una noticia funesta, mi padre había sufrido un percance, mientras repartía el correo de la mañana había sufrido un infarto. La ambulancia se lo llevó a la ciudad, sin embargo no se pudo hacer nada por su vida.
Recibía el primer golpe de la vida, no sabía cómo reaccionar. Al llegar a casa la encontré desolada, sin la imagen de mi padre. Mi madre, a pesar de ser una mujer fuerte y temperamental, no encajó bien el golpe, son muchos años apegados a una persona para que la vida se lo lleve sin ni siquiera poder despedirte. Mi boda se retrasó, sin embargo, sabiendo que mi padre quería a mi futura mujer, y deseaba con fuerza que me casara con ella. Reuní todas mis fuerzas y me casé con ella.
Tras la luna de miel, nos establecimos en mi casa. Así mi madre y mi abuela no se sentirían solas, la figura de mi padre todavía estaba demasiado presente por mi casa. Mi mujer se adaptó perfectamente a la nueva situación y no tardaron en llegar nuestros dos hijos. Mi madre encontró en sus nietos el vacío que había dejado su marido. Tras su muerte había dejado todos sus trabajos, solamente mantenía algunas casas para limpiar por compromiso.
Mi nueva situación laboral era estable, con dos hijos a los que alimentar no podía andar con tonterías, así que, empecé a trabajar para A. No era un mal trabajo, se ganaba lo suficiente para alimentar a todas las bocas de mi familia, además mi mujer trabajaba en un almacén de frutas, así que podíamos permitirnos algunas licencias.
La primera de ellas fue comprarnos un coche más grande, necesitamos algo más de maletero y espacio para los niños. Un coche familiar de segunda mano estaría bien, no más de dos millones de pesetas, aunque estemos más o menos bien, no se puede derrochar con una familia a la que alimentar.
Mi jefe estaba contento conmigo, sin embargo en la nómina no se veía reflejado. Con el paso del tiempo llegué a ser el oficial con más antigüedad de la empresa, no obstante no pasaba de ser mileurista. Todos los encargados de obra y jefes de las mismas me llamaban a mí cuando había algún problema, mi jefe no era más que inútil que ponía la mano a fin de mes.
Eran tiempos de bonanza, un señor con bigote mandaba desde un atril, los hombres de negocios se enriquecían. Sin embargo los trabajadores no veíamos ese dinero, subían un poquitos nuestras nóminas para llenarnos los ojos de ilusiones y así mantenernos callados.
Nos decidimos a comprar una casa, sin embargo no nos fuimos a vivir directamente, ya que mi abuela murió y mi madre volvió a pasar una temporada mala. Poco a poco fuimos separándonos de aquella mujer que había cuidado de dos generaciones de mi familia; la mía y la de mis hijos.
Con el traslado de casa, vino el cambio de trabajo, tras un paso fugaz por una cochambrosa empresa de reformas me asenté con el señor B. Un buen hombre que pagaba considerablemente y te trataba muy bien. Todavía nos encontrábamos en la época en la que el dinero fluctuaba de mano en mano sin temor alguno. Sin embargo vi por primera vez lo que pueden llegar a hacer los patronos en beneficio propio.
Tras casi 30 años de trabajo en la empresa de fruta, mi mujer se vio de patitas en la calle. Con cuarenta años y toda una vida dedicada a la empresa se quedó sin nada. Le dieron una indemnización irrisoria, los sindicatos mayoritarios, que defienden a los trabajadores, vieron dinero fresco y fácil. Las engatusaron para que les dieran un tanto por ciento, así les harían todo el papeleo correspondiente, y a la hora de negociar con la empresa obtendrían la mejor opción. Todo mentira.
Por otro lado mis hijos se hacían mayores. El más pequeño no terminó el bachiller, sin embargo, ha estudiado varios cursillos para trabajar en clínicas veterinarias, además de trabajar cuando puede y donde puede. Mi hijo mayor, actualmente está terminando la segunda carrera, además de tener un máster, a pesar de eso, ha trabajado para pagarse los estudios. Es consciente de quien es hijo.
El dinero empezaba a irse del país del sol y la felicidad, mi mujer trabajaba de temporera para otra fábrica de frutas. Así que decidí montar mi propio negocio de electricidad, demasiados años aguantando a otros y haciéndoles el trabajo sucio. Además tenía los suficientes contactos en las grandes constructoras de la región para poder sacarlo adelante sin problemas.
Los comienzos no fueron fáciles, al principio fueron obras pequeñas para ir mostrándonos. Sin embargo, entramos con fuerza en la mayor constructora de la región, mis contactos eran bastante buenos y nos daban trabajo. La constructora en cuestión realizaba grandes urbanizaciones, además de obras más pequeñas para la comunidad autónoma. Siempre pagaba con regularidad y nunca dio ningún problema.
Llegó la ‘pequeña recesión’, sin embargo aguantamos por una sencilla razón. Nunca vivimos por encima de nuestras posibilidades, no teníamos bajos comerciales ni flotas de furgonetas. Nuestros pagarés iban para material y para los sueldos de los operarios. Poco a poco conseguimos establecernos de forma regular. A pesar de que el panorama cada vez iba a peor, siempre encontrábamos algo con lo que salir del paso.
Desde el gobierno central no ofrecían ni soluciones, ni facilidades para que los más pequeños pudiéramos vivir con algo de holgura. Mientras que por las noticias puedes ver el derroche de los que se dicen representantes de los ciudadanos. Con mi mujer sin prácticamente trabajo, mis hijos igual (que pena me dan los jóvenes de hoy en día, su futuro es muy oscuro), soy la fuente principal de los ingresos para la familia.
Sin embargo un buen día me dirijo al banco para cobrar un pagaré de la mayor constructora de la región, que se beneficia del dinero del Estado (todos nosotros), y que se supone que debería facilitar las cosas a la hora de dar trabajo. Pues muy bien, esta constructora ha entrado en concurso de acreedores sin avisar a nadie, de un día para otro. No tiene dinero para pagar a todas las subcontratas que tenía, algunas deudas ascienden a 500.000€. Acaba de mandar al paro, sin cobrar porque somos autónomos, a todos los obreros de la región.
Al día siguiente vamos a informarnos de lo que está pasando, en una región tan pequeña nos conocemos todos. Al parecer los, susodichos, empresarios han dejado a un cabeza de turco a cargo de la constructora con todas las deudas, mientras que montaban otra en otra región del país. Sin embargo, dos días antes del concurso de acreedores habían pagado a ‘tocateja’ la última obra que realizaron para la comunidad autónoma.
Con 50 años, dos hijos a mi cargo sin futuro, una mujer que trabaja 3 o 4 meses al año, con suerte; además mi madre es dependiente con varios ictus y medio cuerpo paralizado, mi suegra tiene demencia senil (mi mujer tiene que cuidar de ella) y los tíos de mi mujer están también enfermos. Yo estoy en la ruina, con abogados de por medio y con deudas por culpa de terceros.
Mientras yo sufro de todo esto, los causantes de todas mis desgracias pasean en sus grandes yates, en sus grandes coches y viven en chalets impresionantes. Pero no tienen dinero, porque están en concurso de acreedores. ¿Quién vigila a los sin vergüenzas en este país?, si ahora voy al banco con mi escopeta de caza y robo para dar de comer a mi familia iré a la cárcel directamente, porque claro, yo no tengo dinero y soy culpable, sin embargo aquellos que roban con un traje de corbata tienen el beneplácito del Estado. El mismo estado corrupto y enviciado que pide nuestra colaboración para darles el dinero a estos sin vergüenzas que nos roban.
Cuando no tengamos nada que perder tendréis un serio problema, si voy a morir de hambre de aquí a unos años, prefiero morir bajo el fuego abrasador de las balas de aquellos funcionarios que se benefician del dinero que me roban. ¿Cuándo nos daremos cuenta de que el sistema que nos obligan a aceptar no es el que realmente queremos?
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