viernes, 28 de octubre de 2011

Relato Corto: Homero el 'poeta'


Me llamo Carles Lianiaski y soy un escritor sin éxito ni futuro. Llevo más de 20 años en la profesión y solo he encontrado gilipollas que me dicen lo mal que escribo. Eso sí, sus mujeres no piensan lo mismo. Todos ellos han dejado una pequeña cicatriz en mi cuerpo, algunas se han borrado con el paso del tiempo, sin embargo otras se han quedado a vivir conmigo.

Muchos han sido los capullos que han intentado agredirme; Algún que otro pseudoescritor, anegado por el ombliguismo incipente de hoy día, tuvo que aceptar mi superioridad física. Sin embargo, no todo el mundo, es capaz de asumir mi victoria y me denuncian ante la justicia apestosa de estos tiempos intempestuosos.

Sin embargo hay heridas que no se olvidan jamás. Cuando un amigo te hiere es como si una parte de tu ser se desprendiera para no volver. La historia que narro a continuación viene a contar la experiencia más dolorosa, y a la vez más rara, que me ocurrió cuando era un joven imberbe lleno de ilusión y fantasía.

Éramos una pareja de escritores al uso, un ‘narrador’ como yo, que me encantaban los cuentos y los relatos, no así la poesía que la veía como algo vacío. Todo el mundo cargaba contra mí diciéndome que esa disciplina es la mejor de todas, que se dice más que en la narración, sin embargo no podía hacer eso, a mí me gustaban los detalles y la poesía no me lo permitía.

Apareció un día un ser enjuto, escuálido, frágil; un poeta sin lugar a dudas, me miró de hito a hito y me dijo:

- Hola me llamo Homero y soy poeta

Con voz ronca le digo:

- Yo soy…..

Aclaro mi garganta y continúo de forma clara y concisa:

- Yo soy Carles Lianiaski y soy escritor de relatos. Odio la poesía pero tú pareces simpático.

- Te caigo simpático porque soy el peor poeta de este país.

- Mucha gente dice que eres un genio que no se encuentra a sí mismo, le digo mientras le invito a sentarse a mi lado.

- No soy un genio, soy un zumbado con mucho tiempo libre.

- Seguro que algún día serás el mejor poeta de este país. Le digo.

Coge mi almuerzo y parte un trozo de emparedado. Es realmente extraño este pequeño ser, parece como si la comida quemara sus labios, pues realiza un esfuerzo tremendo para dar un simple bocado. Ni por todo el oro del mundo quisiera ser un genio si no puedo disfrutar de los placeres de la vida.

- Me gusta mucho esto que tiene dentro, ¿qué es?

- Se llama mortadela con aceitunas.

- Qué extraña que es la sociedad, ¿porqué pondrán aceitunas dentro de esta clase de carne?

Realmente este tío está loco, no sabe lo que es la mortadela. Aunque pensándolo bien, con lo flaco que está no creo que coma muy a menudo. Doy un bocado a mi emparedado y le contesto.

- Algún  carnicero que le gustaría la mortadela y las aceitunas, las unió y creó esto que tanto te gusta.

Me mira fijamente, se levanta y comienza a andar alrededor de la mesa diciendo:

- Buena idea esa, juntar dos cosas que te gustan para hacer una combinación.

Se marcha lentamente murmurando, de repente se gira, me mira y dice:

- Eres un tío interesante Lianiaski, mañana nos vemos a la misma hora.

Desde esa mañana y durante varios meses nos vimos a la hora del almuerzo, siempre en el mismo banco del parque de la facultad de letras. Todo el mundo nos miraba como unos bichos raros, el poeta más prometedor del país con el único estudiante al que no le gustaba la poesía. Realmente hacíamos una bonita pareja.

Conoció a varias de mis novias, las mujeres le parecían una sustancia extraña a la que solamente se acercaba para inspirar algunos de sus trabajos, era un poeta que escribía sin vivir experiencias. Un ser inerte al que le gustaba escribir.

A pesar de todas las características anormales que poseía, era mi amigo, lo quería como a un hermano y siempre lo apreciaré. Siempre odiaba que le encasillaran como el poeta con más futuro del país, su obra era muy mala. Sin entender nada de poesía podía apreciar como sus versos eran incoherentes. En teoría, la escritura es el reflejo de la personalidad del que la escribe, pues bien, Homero escribía de forma caótica, plasmaba sobre el papel todo lo que pasaba por su cabeza.

Todos los profesores y estudiantes siempre esperaban su obra maestra, pero se topaban de bruces con la realidad. Nunca aceptaron que el proyecto de genio les saliera rana. Bajo mi punto de vista, le pudo la presión de creerse un genio. Pero eso a él no le importaba ni más mínimo, Homero seguía escribiendo sus versos esperando que la estadística le trajera esa obra maestra que lo consagrara, era un sueño roto.

Cerca de nuestro primer aniversario, como amigos íntimos, le empezaron a asaltar las dudas. Llevaba demasiado tiempo sin escribir nada coherente, había pasado de escribir buenas frases pero sin orden ni estructura alguna dentro de un todo, a no saber ni siquiera formar una frase con más de 3 palabras.

El fantasma del fracaso y el olvido empezó a rondar por su cabeza, empezó a ser consciente de que nunca escribiría nada. El despertador de la madurez empezó a sonar y evaporó los sueños de la poesía, por más que buscó su musa no la encontró. Una tarde llegó al banco donde nos encontrábamos todos los días y me dijo.

- Buenos días Carles, tengo algo importante que decirte.

- Dime Homero, pero se discreto que en el banco que hay justo detrás hay un hombre con gabardina y no me gustaría molestarlo.

- Carles voy a dejar la poesía y la facultad, me voy al pueblo de mis padres para trabajar en la tienda familiar.

Me quedé estupefacto, el futuro de la poesía de este estúpido país se diluía como un azucarillo por no aguantar la presión. Le miré fijamente y le dije:

- Homero es solo un silencio pasajero, verás cómo te volverá la inspiración.

- No, Carles,  esta vez es distinto. Noto como mi cuerpo se está fortaleciendo, incluso tengo apetito. Las letras me han abandonado, es más, nunca las tuve. No quiero ser un mero traductor de otros poetas o un crítico, si no puedo ser recordado como un gran poeta prefiero dejarlo todo ahora que puedo. Dijo Homero mientras jugueteaba con un bolígrafo.

- Todo el mundo te recordará como el mejor poeta de este país. Sabes bien que todos los profesores de la facultad te consideran un genio, no hagas una locura.

- No, Carles, no tengo talento. Soy un producto de la ilusión de unos profesores vacíos y estúpidos. Si no voy a ser alguien en la poesía no quiero ser poeta. Mi única meta es ser recordado por las generaciones venideras.

- Mírame a mí Homero, soy un escritor nefasto. No me gusta la poesía porque no sé escribirla, no tengo ni un ápice de talento, nunca seré recordado, sin embargo, sigo escribiendo porque es mi pasión. Le dije mientras cortaba un emparedado con la navaja que siempre llevaba encima Homero.

- Tu eres un ser inferior Carles, no tienes mi talento ni mi trayectoria académica. Lianiaski será un nombre que recordarán algunos jóvenes cuando abandonen el colegio en el que les diste clase. Tu eres un escritor sin talento igual que yo, por eso dedícate a otra cosa Carles.

- Sé que seré un don nadie Homero, pero nunca dejaré de escribir. Si alguna vez lo hago estaré muerto. 

Le devolví la navaja a Homero junto a la mitad del emparedado.

- Yo no puedo ser un don nadie Carles. Dijo gritando al cielo Homero

Nuestro vecino en el banco giró la cabeza, sus ojos eran de colores diferentes y uno de sus colmillos destacaba por encima de los demás, estaba montado encima de los dientes y apuntaba al frente. Una sonrisa picaresca escondida tras una leve barba ofrecía una imagen un tanto dantesca. Se despojó del sombrero que llevaba liberando una cabellera negra, larga y espléndida, escondiendo dos pequeños bultos en la frente.

- No he podido evitar oír lo que estabais hablando, ¿quieres que te ayude a solventar tu duda? Le dijo a Homero.

- No puedes decidir por mí, así que, poco puedes hacer.

- ¿No sabéis quien soy?

- No, dijimos al unísono.

- Vuestros hermanos me han puesto muchos nombres: Leviatán, Satán, Satanás, Demonio, Anticristo, etc…, sin embargo, mis amigos me suelen llamar Orenid.

Mire a mi amigo, le cogí del brazo y le dije:

- Vámonos de aquí, este tío está loco.

Homero lo miró y le dijo:

- Si realmente eres el que dices ser, Orenid, llévame al futuro para ver si seré recordado por mi obra.

- No le sigas al juego, no vaya a ser que sea el de verdad y le vendas tu alma.

- Carles, cállate. Si no me recuerdan por mi obra quiero abandonar este mundo, y si lo hacen me iré muy contento.

- No seas tonto Homero. Quiero verte aunque sea una vez más, si te vas con este hombre no te volveré a ver jamás, lo intuyo. Le dije tirando insistentemente de la manga.

Homero se levantó y señalando a Orenid dijo:

- Te vendo mi alma si me llevas al futuro para ver si soy recordado,  pero quiero una condición.

- Dímela. Dijo Orenid mientras sonreía.

- Quiero volver a este instante para decirle a mi amigo si soy recordado.

- Muy bien, dijo Orenid. Tocó el hombro de Homero y los dos desaparecieron.

Me quedé solo y alucinado, este loco del sombrero era realmente quién decía ser. Mi amigo había desaparecido, probablemente, para siempre. Sin embargo a los pocos segundos de dejarme solo volvieron a aparecer. La cara de mi amigo no era la misma, sus ojos estaban fijos en mí y la boca le vibraba lentamente. 

Con un gesto rápido para su complexión me asestó una puñalada en el hombre diciéndome:

- Eres un cabrón de mierda, el único autor de esta generación que será recordado en el futuro es Carles Lianiaski.

Tras decirme estas palabras acompañó a Orenid calle abajo, y nunca más lo volví a ver. Cada vez que me miro al espejo y veo esa cicatriz me acuerdo del pobre Homero.

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