La tele me informa que la crisis secesionista ya acabó, da las gracias a todos aquellos ciudadanos que han participado en defensa del interés nacional. Las imágenes de ciudades llenas de banderas se superponen con un gigantesco Gracias. Nuestro queridísimo presidente del gobierno, hombre pacífico dónde los haya, muestra su agradecimiento y pone fin a la campaña de puesta de banderas.
Después de esta intervención se escuchan vítores en el edificio y muchas de esas personas quitan sus insignias de los balcones. Todos gritan de felicidad y olvidan seguir escuchando las noticias, que informan levemente de una nueva subida de la factura de la luz y del gas, todo ello por culpa del gobierno anterior y de los ecologistas.
Cosas de la vida, al terminar el telediario, justo después de los deportes, la muchacha del tiempo informa de la llegada de un frente frío que hará que caigan las temperaturas de forma considerable. Miro a mi pequeña estufa eléctrica y la aprecio como un monedero con un gran agujero en el fondo, si giro la cabeza ahí está la estufa de butano que no se enciende desde que murió mi padre y con él su pensión de 500 euros.
Lentamente se acaba el día, aprovecho la caída de la oscuridad para darme una vuelta por los puntos de recogida de basura del barrio en busca de productos caducados y otros enseres que me ayuden en mí día a día. Encuentro cientos de banderas muy bien dobladas justo al lado de los contenedores, parece que el capitalismo también ha llegado a esto de ser patriota, por lo menos tengo la oportunidad de hacerme una manta de la que sentirme orgulloso en las noches eternas de invierno.
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