Venga, vamos a ello. No es que sea difícil escribir una columna, lo que ocurre es que debes de tener algo que contar. Los rollos esos New Age del misticismo y la experiencia vital de uno mismo son muy Cool, pero si no sabes lo que significa la palabra vida no me vayas de gurú.
La diferencia entre un “Modernpijo” y un ciudadano se puede apreciar a simple vista: mientras que tú fantaseas con la emperatriz infantil, los que nos lo curramos acabamos limpiando los retretes del periódico al que te invitan, cual Bukowski defenestrado por no formar parte de vuestra sociedad. Pasad, pasad y apreciad la vida real.
Esta pandemia nos ha enseñado lo que somos; ya te digo que lo ha hecho. Somos pobres, precarios y estamos jodidos. ¿Sabes lo que nos hace felices? La estabilidad económica que siempre has tenido, vivir en pleno centro de la ciudad y disponer de esa vida ociosa que te permite pensar.
Una hipoteca a treinta y cinco años, un espacio de cincuenta y siete metros cuadrados en el que se comparte todo; eso es lo que nos remueve por dentro. Llega la nómina de los socios de papaíto y renovamos la suscripción a Netflix: no podemos ser culturetas en estos tiempos sin el consumo bulímico de series cargadas de simbología que desconocemos… ¡y mira que tenemos mil papeles que informan de lo listos que somos!
El único lugar feliz del ser humano es su infancia, ya lo decía Rilke, no sé si lo conocerás. Como no sale en la Rolling Stones ni tienes una camiseta en el Zara con su retrato, se escapa a tus vastos conocimientos culturales. ¡Pero qué digo!, si es que en el fondo soy un necio, todo te hace feliz porque sigues viviendo en la infancia. La vida te golpea y, como dirían los de Non Servium (mira, un grupo que nunca tocará en el Sonorama o en el Primavera Sound), tú no aguantas el envite y respondes, sino que prefieres el cómodo refugio que ofrecen las faldas de mami.
Pero si hay algo que me ha encantado de todo lo leído es lo de “ganarse la vida que vendrá”, una frase maravillosa para todas aquellas personas a las que han metido en el congelador de los ERTE a la espera de que el cálido verano derrita la T de ese acrónimo tan popular. Una frase que tampoco olvidarán aquellos hijos de nadie que todavía no saben que todos esos créditos ICO que han firmado son clavos que poco a poco sellarán su ataúd, o aquellas familias que han perdido a un ser querido por culpa de alguien que pasaba por allí y sólo quería ganarse la vida que vendrá después del escaño.
Porque, ay… el jamón. Esa loncha recién cortada atrapada entre dos trozos de pan moreno, todo ello regado con el mejor aceite de Jumilla. Eso es lo que más echo de menos desde el año 2007. Empezar los meses mirando los folletos de los supermercados para cazar ofertas, o marcar en el calendario ese maravilloso día en el que te pasan la factura de la luz. Tú, en cambio, no conoces el significado de Sacrum Facere. Las opciones que manejas son la de diversión con unos amigos o con unos colegas. Tus fines de semana siguen siendo iguales que antes de la pandemia: despreocupado, ocioso, y alguna sorpresa en forma de materialismo compulsivo.
Nosotros afrontamos los viernes de trabajo con la misma mala hostia que el lunes. Para los pobres, señor burgués, la semana tiene siete días de mierda. El viernes no lo afrontamos con una sonrisa, el día de Venus es uno más en el que toca apretar los dientes y seguir luchando.
Yo soy el que te sirve las cañas a las dos de la tarde cuando terminas tu agotadora jornada laboral o soy ese que te vende la entrada de una obra de teatro que no entiendes, también estoy detrás de esa barra soportando tu hedor etílico un viernes a las ocho de la tarde. Me acerco en bicicleta con esa bandeja de sushi que tanto te gusta para que el señorito no se enfríe un jueves por la noche, o concierto una cita el domingo a las seis de la tarde en medio de la ciudad para que puedas disfrutar de ese nuevo videojuego. Tanto tiempo que tienes para pensar y que poco utilizas ese don divino que nos regaló Dios.
Ahora es el momento de tomar impulso, pero para saltar de la silla y tensar la cuerda; ese es el único impulso que queréis para nosotros. Sigo siendo el chico que se sentaba al final de clase y que sacaba las mejores notas, ese que te ayudaba con los ejercicios que no entendías y al que bajaron la media porque su padre no tenía la influencia necesaria. Sabes una cosa pequeño cultureta burgués, nunca entenderás lo que significa la palabra esfuerzo. Nos dices que salgamos a ganar, lo que olvidas comentar es que nos has sacrificado antes de que empiece el partido. Disfruta de tu espejismo estúpido-cultural, yo seguiré viviendo.
PD: Este escrito no se realizó con supuesta música independiente realizada por hijos de políticos y multimillonarios. Prefiero el talento de John Smith Hurt o de Robert Johnson, no creo que sean de tu agrado al no tener letras Naif.
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