Las luces del salón principal se apagan y los pocos clientes del local abandonan sus puestos entre quejas y tropiezos. Sólo queda una pequeña lámpara encendida al final del bar que está situada en una de las mesas de preferencia; un recóndito espacio que camufla a varios hombres fumando y bebiendo.
El ruido metálico de la persiana indica que es el momento de entrar en detalles. El dueño del bar apaga la música, coge una cerveza y se dirige a la mesa para unirse al grupo. Con un golpe sordo sobre el tablero de metal indica que dejen de discutir entre ellos y le atiendan.
— ¿Qué hacemos con él? Comenta el dueño del bar.
Todos a la vez encogen los hombros y realizan una mueca de indecisión. El dueño del bar echa un trago a su cerveza, la deja en la mesa y se levanta para hablar.
— Estamos jodidos hermanos, este hijo de puta ya no es el mismo que era antes. Ha conseguido que nos tengamos que reunir a escondidas suya para hablar de este tema tan delicado.
— ¿Seguro que no sabe nada? Pregunta uno de los hombres con voz temblorosa
— Ni idea, se cree que estamos jugando al póker y a él no le gusta jugar con nosotros porque no nos jugamos nada. Contesta el dueño del bar.
— ¿Seguro que no sabe nada? Pregunta uno de los hombres con voz temblorosa
— Ni idea, se cree que estamos jugando al póker y a él no le gusta jugar con nosotros porque no nos jugamos nada. Contesta el dueño del bar.
Uno de los hombres levanta la mano y pregunta:
— ¿Puedo ir al baño?
— Joder, estás todo el día metido en el cuarto de baño. Tira que vamos a empezar.
— Joder, estás todo el día metido en el cuarto de baño. Tira que vamos a empezar.
El humo del tabaco no para de aumentar hasta llegar a nublar la luz de la lámpara. Todos los hombres miraban con gesto de preocupación al dueño del bar, un líder improvisado que no podía mantenerse quieto en un lado y que andaba con preocupación en torno a la mesa mientras esperaba al ausente.
Pocos minutos después el hombre vuelve del baño y se sienta en su lugar pidiendo disculpas a todos sus compañeros. El líder de este grupo empuña su cerveza, si sitúa al frente de la mesa y vuelve a realizar la misma pregunta:
— ¿Qué hacemos con él?
Todos sus compañeros vuelven a encogerse de hombros. Esta vez el dueño del bar golpea con fuerza la mesa y pide un mechero para encenderse un cigarro:
— Juanma, pon al corriente a todo el grupo de lo que me contaste ayer. Comenta mientras da la primera calada a su cigarrillo y se sienta más relajado.
Un hombre pequeño y escuálido con una pareja de dados tatuada en uno de sus antebrazos se levanta de la silla, se aclara la garganta y comenta:
— Durante la pasada semana quedé con Agapito para tomarnos un anís en el bar de Anselmo, todo iba bastante bien hasta que le comenté lo mal que nos había ido a los opositores.
Al nombrar la palabra opositores varios de los presentes negaron con la cabeza, levantaron su cerveza y bebieron. Después se miraron con complicidad y continuaron escuchando a su viejo amigo.
— ¿Cuál fue mi sorpresa al ver su contestación? Dijo con indignación.
— Ve al grano y no te andes con rodeos Juanma, que eres muy peliculero. Dice uno de los compañeros.
— Calla de una vez Guille, déjame que lo cuente todo bien.
— Continúa. Señala con el cigarro el dueño del bar.
— Me comentó que si más del 80% de los que se presentaron a la oposición habían suspendido era por culpa exclusivamente suya, que deberían de haber estudiado más.
— Ve al grano y no te andes con rodeos Juanma, que eres muy peliculero. Dice uno de los compañeros.
— Calla de una vez Guille, déjame que lo cuente todo bien.
— Continúa. Señala con el cigarro el dueño del bar.
— Me comentó que si más del 80% de los que se presentaron a la oposición habían suspendido era por culpa exclusivamente suya, que deberían de haber estudiado más.
Se escucha un murmullo entre los asistentes a esta reunión y algunos insultos en voz baja. Todos muestran su desprecio y fijan de nuevo la vista en el pequeño Juanma.
— Le contesté que no es normal que el sistema funcione tan mal, que no haya oposiciones desde hace más de cinco años para secundaria y que este año han tenido orden de suspender a todo el mundo. Estas últimas oposiciones sólo han sido recaudatorias.
— ¿Qué te contestó? Dijo uno de los asistentes.
— Que no viniera con demagogia.
— ¡Esto es intolerable! Grita un hombre alto, con una barba negra y frondosa que viene a disimular su calvicie.
— Tranquilo Juan. Dice el dueño del bar mientras le indica que se siente.
— Ni tranquilo Juan ni hostias. Ese hijo de puta nos dice que no estamos preparados. ¿Sabrá el subnormal lo que es estar dos años enteros estudiando para que luego te pongan un examen irrealizable?
— Todos sabemos tu frustración Juan, pero déjame terminar la historia y ahora discutimos.
— Continúa pequeñín. Dice Juan mientras se dirige a la barra a por otra cerveza.
— ¿Qué te contestó? Dijo uno de los asistentes.
— Que no viniera con demagogia.
— ¡Esto es intolerable! Grita un hombre alto, con una barba negra y frondosa que viene a disimular su calvicie.
— Tranquilo Juan. Dice el dueño del bar mientras le indica que se siente.
— Ni tranquilo Juan ni hostias. Ese hijo de puta nos dice que no estamos preparados. ¿Sabrá el subnormal lo que es estar dos años enteros estudiando para que luego te pongan un examen irrealizable?
— Todos sabemos tu frustración Juan, pero déjame terminar la historia y ahora discutimos.
— Continúa pequeñín. Dice Juan mientras se dirige a la barra a por otra cerveza.
Con el ceño fruncido por este mote infantil que tan poco le gusta, observa detenidamente a Juan mientras se levanta y se dirige a la barra. Levanta su cerveza, echa un trago y prosigue:
— Lo más gracioso de todo es que le dije que si le había salido bien el examen y me contestó que peor de lo que se pensaba. Estamos hablando de que no ha superado el 2 y todavía dice que necesitaba estar más preparado, que para la próxima vez estará mucho mejor. Pero alma de cántaro si la próxima vez será tú segunda oposición y tendrás 36 años.
Desde el fondo del bar se escucha el ruido de botellas de cristal y a Juan maldiciendo en todas las lenguas posibles que conoce un profesor de Lenguas Clásicas.
— Como rompas algo ya sabes que lo pagas. Le chilla el dueño del bar desde su asiento.
— Tu siempre tan simpático. Grita Juan mientras saca una cerveza de la nevera.
— Tu siempre tan simpático. Grita Juan mientras saca una cerveza de la nevera.
El dueño del bar vuelve a levantarse y coge las riendas de la situación:
— ¿Desde cuándo se ha convertido nuestro amigo en un esquirol? ¿Cuando dejó de luchar contra las injusticias para dejarse llevar? Todos sabemos la respuesta a estas preguntas.
Todo el grupo asiente con vehemencia.
— Desde que nuestro amigo fue raptado por esa mujer y su familia de ricachones ya no es el mismo. Ha dejado de lado todo por lo que luchaba y sólo se preocupa por contentar a su suegro en ese trabajo de oficina que le ha dado.
— Su suegro es un puto cacique estafador. Sale una voz ronca del fondo de la mesa.
— Lo sabemos Quique, sabemos que tienes una cuenta pendiente con ese hijo de puta que estafó a tu padre y le dejó una púa de más de 100.000 euros.
— Quiero matarlo Ángel, sabes que mi padre no fue el mismo desde ese día y tuvimos que cerrar incluso la empresa de carpintería por culpa del puto cacique. Mi padre murió el día que el trabajo de toda su vida se fue al carajo por culpa de un puto fascista. Dice Quique aguantando las lágrimas.
Juan lo abraza y le da ánimos, mientras que Juanma le ofrece un cigarro y Guille golpea la mesa con rabia contenida. Por su parte, el dueño del bar hace gestos para que se tranquilicen y toma la palabra de nuevo.
— Su suegro es un puto cacique estafador. Sale una voz ronca del fondo de la mesa.
— Lo sabemos Quique, sabemos que tienes una cuenta pendiente con ese hijo de puta que estafó a tu padre y le dejó una púa de más de 100.000 euros.
— Quiero matarlo Ángel, sabes que mi padre no fue el mismo desde ese día y tuvimos que cerrar incluso la empresa de carpintería por culpa del puto cacique. Mi padre murió el día que el trabajo de toda su vida se fue al carajo por culpa de un puto fascista. Dice Quique aguantando las lágrimas.
Juan lo abraza y le da ánimos, mientras que Juanma le ofrece un cigarro y Guille golpea la mesa con rabia contenida. Por su parte, el dueño del bar hace gestos para que se tranquilicen y toma la palabra de nuevo.
— Él vive muy bien del dinero y los enchufes de su suegro, sólo tiene que hacer el paripé de familia feliz con su hija por el pueblo. Pensaba que la oposición la aprobaría gracias a estos contactos, pero parece ser que su querido padrino no tiene tanto poder como creíamos.
— ¡Hijo de puta! Chilla entre sollozos Quique.
— Propongo hacerle el vacío y dejar de lado su amistad. Ya sé que está con nosotros desde hace más de 30 años y que siempre nos ayudó en los momentos más difíciles. Pero esta ocasión es algo diferente, nuestro amigo se ha convertido en un esquirol. No dudará en sacarnos todo lo que pueda para beneficiarse, la ponzoña de esa familia le ha convertido en un ser monstruoso.
— Esa media es drástica. Dice Juan
— Meteros esto en la cabeza chicos, Agapito ya no es nuestro amigo, ahora se ha convertido en un burgués que sólo ambiciona el dinero y el poder. Si no me creéis preguntadle a Quique si le ayudó cuando su suegro le dejó la púa en la carpintería.
— ¡Hijo de puta! Chilla entre sollozos Quique.
— Propongo hacerle el vacío y dejar de lado su amistad. Ya sé que está con nosotros desde hace más de 30 años y que siempre nos ayudó en los momentos más difíciles. Pero esta ocasión es algo diferente, nuestro amigo se ha convertido en un esquirol. No dudará en sacarnos todo lo que pueda para beneficiarse, la ponzoña de esa familia le ha convertido en un ser monstruoso.
— Esa media es drástica. Dice Juan
— Meteros esto en la cabeza chicos, Agapito ya no es nuestro amigo, ahora se ha convertido en un burgués que sólo ambiciona el dinero y el poder. Si no me creéis preguntadle a Quique si le ayudó cuando su suegro le dejó la púa en la carpintería.
Todos miraron a Quique que negó con la cabeza, se encendió un cigarro y dijo:
— Estoy de acuerdo. No quiero que Carlos me vuelva a dirigir la palabra, es más, lo tenía que haber hecho mucho antes.— ¿Estáis todos de acuerdo?
— ¡Sí! Se escucha al unísono.
— Muy bien, pues todo aclarado. Que le den por dónde más le guste a Agapito y a su familia postiza de ricachones. Dice el dueño del bar mientras levanta su cerveza ofreciendo un brindis.
— ¡Que le den! Grita todo el grupo entre risas.
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