domingo, 14 de junio de 2015

Relato Corto: No juegue conmigo ¡Hijo de Puta!





El olor de la máquina de café inunda toda la calle y, a pesar de la prohibición de la ley antitabaco, en este recinto el humo se convierte en una neblina pesada que se agarra al aire con todas sus fuerzas para no desaparecer entre las cabezas de los clientes. Cada una de las figuras del local sólo se pueden apreciar gracias a la luz pequeña del cigarro en su boca, todos, sin excepción, cuentan con un café frente a ellos para que puedan disfrutar de los pocos placeres que tiene la vida.


Una figura se acerca lentamente hasta una de las mesas que se encuentran situadas en el exterior del local, el camarero se percata de la llegada de este nuevo cliente y se acerca con agilidad felina hasta la mesa.
 
-    Muy buenos días Don Ramón. Le dice el camarero mientras sitúa una taza de café en la mesa.

-    Buenos días Anselmo. ¿Tienes fuego? Pregunta el hombre mientras sitúa un cigarrillo en su boca.

-    Por supuesto. Indica el camarero mientras se lo enciende.

Una larga y humeante calada consume buena parte de este pequeño cilindro, el pecho de un hombre de casi 80 años recibe una vez más su cantidad de nicotina, alquitrán y demás sustancias para acallar esos bronquios ansiosos de recibir su droga. La tos ronca anuncia que todo se encuentra en perfectas condiciones en el interior de esa cueva sin luz que los médicos llaman pulmones.
 
-    ¿Me has puesto un café solo? Pregunta Don Ramón mientras apaga el cigarro casi entero.

-    Por supuesto. Responde el camarero.

-    Me encanta que en un bar recuerden lo que tomo, me hace sentir cómo si estuviera en casa.

-    Me gusta mucho su nuevo sombrero Don Ramón.

-    ¿Te gusta? Lo arreglé hace unas semanas, lo tenía bastante estropeado. Si te digo la verdad he perdido la cuenta del tiempo que lo tengo. Creo recordar que lo compré en mis tiempos mozos y cuando me casé con Sole me lo escondió porque siempre decía que me hacía parecer mayor. Ahora no creo que tenga ese problema. Dice el hombre con una carcajada melancólica.

-    El que se lo arregló lo hizo muy bien.

-    Mis sombreros siempre están en las mismas manos; Rufino de la sombrerería de la Plaza Mayor es el encargado de arreglarlos. Indica Don Ramón mientras se bebe el café de un trago.

-    Pues se tendrá que buscar un lugar nuevo Don Ramón. El otro día se acercó Rufino hijo por aquí y estaba comentando que a la sombrerería de su padre le quedan dos telediarios. Dice el camarero mientras coge la taza a toda prisa y se marcha a toda velocidad.
 
El hombre alcanza su gayada con una agilidad pasmosa y atrapa al joven antes de que se introdujera en la cafetería, le bloquea el paso y le dice:
 
-    Explícame eso más detenidamente joven. ¿Qué coño ha pasado para que ese mequetrefe cierra el negocio que su familia ha levantado durante más de cien años?

Después de hacer auténticos malabares para no tirar la taza que llevaba entre sus manos, el camarero le contesta:
 
-    Esa es la cuestión. Según comentó su hijo, no es que sea chismoso pero no pude evitar escucharlo, el ayuntamiento le ha notificado que en una semana expira el plazo para adaptarse a la nueva normativa de alquileres.

-    Traduce eso hijo, que ya estoy mayor para andarme con tonterías burocráticas.

-    ¿Hablando en planta Don Ramón?

-    Venga no te hagas el interesante. Dice el viejo mientras le amenaza con el bastón.

-    El Alcalde no quiere tener comercios antiguos en la Plaza Mayor, por esta razón les ha informado que se acabaron los alquileres de renta antigua y a partir de la semana que viene el alquiler les pasará a costar más de 3000 euros al mes.

-    ¿Cómo?

-    Como le digo Don Ramón, ahora si me disculpa tengo que seguir trabajando.

-    Esto no quedará así, que hijos de puta.

Don Ramón coge su bastón, deja un euro encima de la mesa y comienza su pequeña cruzada contra el consistorio municipal. Cada uno de sus dolorosos y lentos pasos potencia aún más el odio que sentía hacia las autoridades de su ciudad. Tantos años en el gobierno y tantas veces los había defendido antes los jóvenes que sólo quieren ver destruida la tranquilidad y la estabilidad que esta democracia ha traído al país. Cómo se nota que ellos no han vivido bajo la tutela del ‘Régimen’.
 
Con un paseo de 35 minutos, con sus respectivas paradas para que las maltrechas piernas pudieran mantenerse erguidas durante todo este trayecto, Don Ramón alcanza la puerta del Ayuntamiento para preguntar al alcalde si los rumores de la cafetería eran ciertos.
 
Un funcionario le intercepta y le comenta que el alcalde no se encuentra en el Ayuntamiento y que no se le espera hasta dentro de unos cuantas horas. De momento sólo se encuentra en el edificio el concejal de juventud y tiempo libre.
 
-    ¿Nunca escuchó que los viejos tenemos todo el tiempo del mundo?

Al cabo de 4 horas de intensa espera al final de la calle se empieza a montar un pequeño revuelo de gente que corre nerviosa en todas direcciones, dos coches negros circulan a toda velocidad hasta la puerta del ayuntamiento. Del primero de estos coches bajan tres personas ataviadas con trajes de chaqueta caros que hablan a través de sus dispositivos móviles y parece que organizan algún tipo de encuentro, del segundo coche primero baja un auténtico gorila de 2 metros con un pinganillo en la oreja y gafas oscuras que analiza el terreno y hace una señal para que el otro acompañante baje del vehículo.
 
 El último en bajar es un hombre de metro setenta y un peso que oscilaría entre los 150 o 160 kilos, de esas personas que no se han visto la chorra en varias décadas. Al bajar del vehículo empieza  a sudar y a respirar con dificultad, un pequeño paso y un ligero cambio de temperatura provocan en el señor alcalde una fatiga preocupante.
 
Sin que el escolta pueda detenerlo, un hombre mayor con un bastón irrumpe ante el alcalde y le amenaza mientras grita:
 
-    Que mierda es esa de los alquileres viejos.
 
Un gesto con la mano le basta al alcalde para detener a su guardaespaldas y evitar que haga daño al pobre anciano.
 
-    Dígame que le ocurre buen hombre. Comenta el alcalde mientras se seca el sudor de la frente con un pañuelo de seda.

-    Quiero que me explique la razón por la que piensa cerrar la sombrerería de Rufino.
El alcalde gira la cabeza y realiza un gesto hacia uno de los ocupantes del primer vehículo. Este muchacho de no más de 24 años se le acerca y le comenta algo al oído.
 
-    Ya lo entiendo todo. Tenga en cuenta que esas tiendas tiene alquileres de la época de Franco y el consistorio no puede tolerar que esto siga así.

-    ¿Por qué coño no puede tolerar eso? Amenaza Don Ramón con su gayada.

-    Entienda que en la actualidad todas las empresas tienen que jugar con las mismas cartas y un alquiler de ese tipo provoca que haya negocios que jueguen con ventaja.

-    ¿Qué me estas contando? Si en la Plaza Mayor no queda ninguna tienda de gente del pueblo, todo lo que hay son nombre extranjeros que tienen a un crío contratado cada seis meses.

-    El mercado es así abuelo.

-    ¿Abuelo? Me cago en todos tus muertos. Toda la vida defendiendo al partido que representas para que me faltes al respeto. Maldito gordo de mierda, si tuviera treinta años menos te quemaba vivo.

Con un pequeño gesto de la cabeza el alcalde ordena a su escolta que coja a Don Ramón y lo aparte de su camino. Después de limpiarse el sudor entra en el ayuntamiento con una sonrisa en la boca, se da la vuelta y le dice:
 
-    Si no te gusta lo que ves, siempre puedes fundar tu propio partido. ¡Viejo!

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