martes, 22 de septiembre de 2015

Mediocre



Dicen, estudiosos y expertos de sillón, que los grandes escritores tienen una rutina de trabajo bien establecida que les permite crear y desarrollar sus proyectos de forma pormenorizada. Será por eso que a mí me gusta expresar mis pensamientos de forma caótica y sin regularidad, no me gusta tener una mesa, un ordenador o un lugar concreto para escribir. 


Ahora estoy junto a mi gardenia, una flor conocida por todos gracias a la canción de Antonio Machín pero que muy pocos han tenido el placer de disfrutar en riguroso directo. Cuando la adquieres te avisan de su delicadeza y de la dificultad para que se adapte a tu casa; es como una de esas amantes con miedo al compromiso, sabes que los primeros días estará a gusto contigo pero con el paso del tiempo te puede abandonar sin previo aviso.
 
El momento en el que uno de sus capullos deciden premiar tu fidelidad y despierta de su letargo es algo inigualable: La belleza de sus pétalos amarillentos es sólo comparable al aroma indescriptible que inunda toda la habitación y te traslada hacia el mar Caribe; sus bahías, sus gentes o su estilo de vida llega hasta lo más profundo de tu ser
 
Me llaman el loco de las plantas ¿Para qué coño tienes tantas plantas? Me comentan demasiado a menudo. Porque saben apreciar el silencio de la soledad, disfrutan del sonido de mi música y me agradecen el cariño otorgando sus mejores frutos.
 
A pesar de mi mediocridad suelo ser exigente con el café y no me gustan las denominadas ‘compras maestras’ que la Organización de Consumidores recomienda en su revista. Después de probar el café que me trajeron unos amigos de Santo Domingo no he podido parar de consumir este delicioso brebaje natural, el olor tan característico y la exquisitez de su sabor  me permiten tomarlo en soledad, sin ningún tipo de complemento o sucedáneo.
 
Sin embargo, a las tres de la madrugada no me gusta tomarlo. Los enfermos de la pluma somos así de raros, preferimos cebar el mate para disfrutar de este tesoro amargo que acompaña las noches de insomnio  a  una buena taza humeante del estímulo negro.
 
Me espera una severa reprimenda por la mañana, soy consciente de ello pero no me importa, ya que mi cabeza necesita liberar el susurro que me corroe desde hace días. Mi mujer (llamémosle así, aunque no hayamos rubricado el papelito) siempre me informa detalladamente de la ruina que suponen estas horas de escritura, me muestra la injusta factura de la luz para concienciarme de que tengo que ir al trabajo despierto y sin pájaros en la cabeza.
 
Cuando miras a tu alrededor y sólo ves oscuridad, te preguntas que coño haces a estas horas de la madrugada con el ordenador entre las manos. Es algo que no se puede explicar, o conoces la sensación de estrés y agobio por un pensamiento que tienes que plasmar en el papel o no sabes de lo que hablo.
 
La mediocridad es así, te ensucia el cuerpo y la mente, no puedes hacer nada para mejorar; algunos te dicen que trabajes para mejorar o te formes, lo que no entienden es que esta sensación es afín a tu alma y siempre estará presente allá donde vayas.  No obstante, siempre puedes esconder su figura y amordazarla para que esté en silencio durante un tiempo.
 
Askatu es el encargado de hacerme reír en las madrugadas de letras perdidas, siempre acude a la llamada de las páginas en blanco para disfrutar de su colchón de pies descalzos. No importa la hora que sea o el tiempo que transcurra, siempre que bajo la mirada para ver como se encuentra abre uno de sus ojos para infundirme ánimo.  Los perros son así, no son capaces de ver la mediocridad de sus amos, ni valoran la calidad de sus escritos o el trabajo que ostentan en su vida diaria.
 
Valoran a las personas por lo que son y no por lo que hacen. Nuestras mascotas no saben de dónde venimos, pero son conscientes hacia dónde vamos, y siempre estarán a nuestro lado para que nos apoyemos en esos momentos de duda y depresión.
 
Puedo apreciar por la ventana que los primeros rayos de sol comienzan a hacer su aparición y todo lo que tengo plasmado en el papel es un asco, cada una de las frases son mediocres. Tengo que recuperarme rápido, ya que no tardará mucho el despertador en avisar a mi mujer de mi nueva vigilia, así que voy a tirar de la cadena para disimular y me recostaré a su lado para ver si esta vez cuela. En cuanto nota la presión de mi cuerpo contra el colchón se gira y con los ojos cerrados me avisa de que sabe que me he tirado toda la noche en el ordenador.
 
Soy Mediocre hasta para disimular…

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