viernes, 24 de abril de 2015

Relato Corto: Simplemente María



Uno de esos días en los que sólo la bebida y la soledad parecen el único remedio para aplacar esa depresión constante que azota al fracasado guardaba una sorpresa agradable, pero a la vez triste.

Caminado sin rumbo fijo,  más pendiente de que los agentes de la autoridad no se percaten de que la bolsa que llevo entre mis manos esconde una preciosa botella de whisky de 8 euros, me percato de una mujer que se encuentra estacionada en el banco de un parque y esconde sin disimulo varias latas de cerveza bajo su asiento.


Sus ojos se encuentras hundidos hasta el fondo, como si no quisieran ver lo que tiene frente a ellos y se escondieran cada día un poco más en sus cavernas. El pelo mostraba el paso del tiempo y las horas bajo un clima enemigo de la belleza, que erosionaba su color natural hasta situarlo en un amarillo desgastado. Cuando le facilité mi botella para que tomara un trago y olió el contenido, me mostró una sonrisa en la que faltaba uno de sus dientes superiores y me comentó:
 
-    No gracias, sólo bebo cerveza.
 
 Retiro la botella y tomo asiento a su lado para conversar un rato.
 
-    ¿No te gusta el Whisky?

-    No es que no me guste, es que sólo bebo cerveza y justo después de tomarme una de esas latas tengo que salir corriendo al baño, soy una meona. Dice mientras muestra su sonrisa mellada.

-    ¿Cómo te llamas guapa?

-    María…. Simplemente María

-    ¿Simplemente María? Le comento mientras veo como saca una lata de cerveza de una bolsa y la abre.

-    Dejémoslo así, no me gusta dar mi nombre completo. Si te dijera mis apellidos me reconocerías al instante, este aspecto permite camuflarme entre la gente de la calle. Seguro que has visto a mi hija en televisión e incluso te habrás tocado más de una vez con el recuerdo de su imagen.

-    ¿Cómo dices?

-    No intentes sacarme más información de la cuenta, soy una tumba en lo que respecta a mi pasado.

-    Sin ningún tipo de problema, yo sólo te venía para invitarte a un trago y a conocerte mejor… Simplemente María. Le digo mientras le guiño un ojo. Pero parece ensimismada en algún recuerdo pasado.

-    Toda la culpa la tiene mi  ex marido, el muy hijo de puta me dejó por una mucho más joven y me echó de casa.

-    ¿Así sin más?

-    Como te digo, un día llegué a casa y me encontré toda mi ropa tirada en el rellano del edificio con una nota que decía: •Estoy con otra, lárgate o llamo a la policía”.

-    Hostia puta, ¿Qué hiciste?

-    Cogí lo indispensable y me marché a casa de mi hija.

-    Menos mal que tenías a tu hija.

-    ¿Mi hija? A la semana me echó porque a su maridito no le gustaban tener a una vieja deambulando por las habitaciones de su casa.

-    Cría cuervos y te sacarán los ojos dice el refrán.

-    En esta ocasión se puede traducir cría a una puta y te venderá por una cartera llena de billetes.
Cuando estás en la calle te das cuenta de que tu cuerpo empieza a convertirse en materia inerte y transparente para las personas que caminan con un rumbo establecido mientras miran con obsesión enfermiza sus pequeños dispositivos móviles. La intimidad que guardas con celo pasa a ser algo secundario que ya no importa, la tienes dentro de tu cabeza, muy al fondo, para presentar una barrera ante las miradas de desprecio y los gestos de asco de la marabunta adormilada.
-    Si quieres puedes venir a mi casa, no es gran cosa pero por lo menos no pasarás frío en este banco. Le digo mientras tomo un trago de mi whisky.

-    No vivo en este banco, tengo pareja y vivo con él.

-    ¿Dónde está tu pareja?

-    Estará en la puerta del supermercado pidiendo para ver si podemos agenciarnos algo de comer. Me dice mientras apura su bebida.

-    Bueno, pero ahora no está aquí y supongo que tardará un rato en llegar.
 
Apura su cerveza y gira su cuello para mirarme fijamente a los ojos:
 
-    ¿Te has dado cuenta de que me falta un diente?

-    Sí, pero eso a mí me da igual

-    Mi novio me lo arrancó de un muletazo y también me hizo esto. Señala una serie de moratones en el brazo que se escondían bajo su blusa.

-    Mi cojo no tontea, si te pilla cerca de mi te partirá la cabeza con sus muletas.

-    Tampoco será para tanto. Le digo mientras tomo otro trago de Whisky.

-    Tiene mucha mala leche, yo te lo aviso.

-    Estoy acostumbrado a tratar a gente como ‘tu cojo’. Le digo mientras me levanto y estiro mis músculos.

Me mira fijamente, sonríe y niega con la cabeza mientras dice:
 
-    No sabes lo que dices, si mi cojo te escucha te varea como si fueras una piñata en una fiesta de críos pequeños. Tú eres un mindundi que busca un polvo fácil con una pobre borracha y no sabes que la pobre borracha lleva demasiadas lunas en la calle para caer en las tentaciones de un idiota como tú.

-    Se te ve una mujer de mundo y por eso se perfectamente que sientes curiosidad por lo que te puede ofrecer un hombre como yo.
 
Una piedra silba cerca de mi oreja, me doy la vuelta con un acto reflejo impropio de un borracho y encuentro que un hombre a lo lejos me señala con una muleta mientras chilla.
 
-    Hijo de la gran puta, aléjate de mi mujer o te parto la cabeza.
 
Con una reverencia hacia María le sonrío levemente y me giro para marcharme sin ningún tipo de prisa pero sin la menor intención de detener mi cuerpo para recibir un varazo de ese loco. Al alejarme escucho el sonido sordo de la risa de María mientras grita a su cojo, guárdame el sito que me estoy meando.

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