jueves, 2 de junio de 2011

Relato Corto: “Hogar, dulce hogar” Part. 1



Un nuevo día, a mitad de un mes de un año por terminar. Estaba sentado en el sitio de siempre, en el sillón que hay justo frente a la tele, con la ventana detrás de la misma para que el reflejo no moleste. Mi vida se resume en dos palabras: aguantar y beber.

No son dos palabras separadas van relacionadas completamente, aguantar a mi mujer, a mis tres hijas y a la perra. Demasiadas hembras a mi alrededor. El beber no hace falta que lo explique, para poder seguir viviendo entre tantas uno debe de estar un poco borracho, sino estaría encadenado a las cuatro esquinas de una habitación.


Sólo soy una cartera con patas para las hembras que van a dos patas y un pringado con el que pasear para la de cuatro. No todo es malo en el infierno de llamas rosas, en el fondo son mis niñas y las quiero. Sobre todo después de llevar unas cuantas cervezas, en ese momento las quiero a todas.

Estaba en este último estado de amor fraternal viendo la tele cuando un gran estruendo interrumpió mi estado de sosiego.

- Su puta madre, que coño ha sido eso. Es como si hubieran tirado una piedra contra mi venta.

- ¿Qué has hecho pedazo de inútil? Me grita mi encantadora mujer desde la cocina.

- Yo nada cariño, algún gracioso ha tirado algo contra la ventana y la ha destrozado.

- ¿Qué? Han roto la ventana, baja ahora mismo a ver si encuentras a ese desgraciado. Se un hombre por una vez en tu vida

- Baja tú, yo no pienso bajar para nada, tú crees que va a estar esperándome en la calle. A veces pareces un poco lela cariño.

Escucho los pasos apresurados de mi mujer, es el sonido del fracaso, del tormento, del dolor, de la aflicción. Hace aparición una mujer otrora bella, ahora es la consecuencia de tres dolorosos partos y de 40 años de vida inclemente con los desheredados que están fuera de la esfera de los dueños del capital. Lejos quedan los tiempos en los que la ilusión y la inocencia de la juventud reinaban en nuestra vida. La imprudencia de la pubescencia promovió a que cometiéramos deslices irreparables, en uno de ellos llegó nuestra primera hija.

El nacimiento de un hijo se considera una bendición, es el milagro de la madre naturaleza. Pero cuando los padres son dos adolescentes atolondrados la cosa cambia, alguien tiene que dar un paso al frente para asumir las responsabilidades. Ese fatídico día en el que la cordura inundó la conciencia de mí mujer la perdí definitivamente, mi infierno comienza donde arranca la razón.

- Hombre inútil, no sirves para nada, la única que saca adelante a esta familia soy yo. Todo el día sentado en el sillón bebiendo cerveza.

- Yo también te quiero cariño, ahora déjame ver la tele tranquilamente.

Mueve su cuerpo inacabable hasta situarlo justo frente al televisor y señalándome con un paño me dice:

- Baja ahora mismo si no quieres dormir esta noche en la calle, venga mueve ese cuerpo fofo del sofá. Y no me rechistes ni una palabra.

- Vamos quítate de en medio que no veo la tele y déjame en paz anda. Le digo mientras muevo la cabeza de un lado a otro intentando ver algo.

Se dirige hacia mí y tras soltarme una bofetada me quita el mando, apaga la tele y me dice:

- Levanta ahora miso y date una vuelta por la calle a ver si alguien sabe algo. Hasta que no sepas algo no entras a casa.

Con el corazón palpitando en una de mis mejillas y la amenaza de un ser agresivo y gigantesco delante de mí no tengo elección:

- Está bien, tú ganas, bajaré a darme una vuelta por el barrio a ver si alguien sabe algo.

- Ni se te ocurra ir al bar, que te conozco. Ese lugar es repugnante lleno de viejos borrachos y con esa furcia de camarera. Asco me da cada vez que lo pienso.

- No me quedaré en el bar, pero tendré que ir a preguntar si saben algo.

- Sabes que si te quedas me enteraré, haz lo que quieras pero como te quedes en el bar ya sabes lo que te espera.

Que simpatía que exhala mi mujer, es todo buenas intenciones. La amargura puede entrar dentro de ti y devorarte poco a poco. Cuando te das cuenta eres un ser despreciable que no puede cambiar y sólo tiene un propósito, amargar a todos los que te rodean para que nadie sea feliz y pueda hacer que te sientas culpable.

Nada más salir de mi casa puedo sentir como tropieza en mi cara un fulgor de libertad y alegría que las paredes de mi hogar no deja entrar. Como soy un chico obediente no voy directamente al bar sino que primero doy la vuelta a la manzana. No hay nadie, ni un alma está en la calle, entre el calor y la basura que se amontona por culpa de la huelga de basureros el ambiente es insoportable.

Puedo ver la puerta de bar a lo lejos y sin más dilación me dirijo hacia ella. Al entrar noto el aire acondicionado que inunda toda la estancia.

- Hombre si llega nuestro calzonazos favorito, me dice Aurora nada mas verme atravesar la entrada.

- Siempre tan graciosa, le digo mientras me dirijo hacia la barra.

- ¿Lo de siempre?

- Si ponme lo de siempre que no estoy de humor. Le digo mientras me siento en uno de los taburetes que hay libres.

- Pero esta vez, ¿tu mujer te ha dejado dinero en la cartera? Me dice riéndose mientras me sirve un whisky con agua.

No hay comentarios:

Publicar un comentario